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ESPECIAL

"Plebiscito por Colombia, voto por una Asamblea Constituyente que reforme la Constitución y determine cambios políticos, sociales y económicos en beneficio del pueblo"

LA PAPELETA QUE
CAMBIÓ AL PAÍS

Ninguno de los estudiantes que asistió, alcanzó a imaginar, que la marcha de ese día iba a ser la semilla de la nueva Constitución Colombiana de 1991. 

Fuente: Archivo

Por: Daniel Stand

El viernes 18 de agosto de 1989, poco antes de comenzar su discurso en un evento público en Soacha, es asesinado por las fuerzas del narcotráfico, el que sin duda alguna iba a ser el futuro presidente de Colombia. Luis Carlos Galán Sarmiento. 

Una semana después de haber sido enterrado el líder del Nuevo Liberalismo, se sentía un ambiente cargado de tensión. Este sentimiento era algo que venía incubándose desde hace algún tiempo, con los múltiples asesinatos, secuestros y los cobardes bombazos que azotaban al país.  

El asesinato de Galán Sarmiento fue esa gota que rebozó el vaso y el detonante del movimiento. Los estudiantes universitarios llegaron a sus clases cotidianas, de viernes por la mañana. Las cosas no podían seguir su curso habitual. Decidieron darle un cambio a esa rutina y no seguir en ese ciclo incesante de apatía y muertes. Pasadas las primeras horas de la mañana, se empezaron a reunir los estudiantes de las universidades públicas y privadas en el área que hoy es conocida como el eje ambiental, en el centro de la capital. Improvisaron unas pequeñas cintas negras, para usarlas en señal de luto, sacaron pañuelos blancos, y empezaron a caminar, completamente en silencio, sin un rumbo fijo. La prensa calculó que unas 25.000 personas asistieron a esta marcha, que fue plasmada en la historia reciente como la Marcha del Silencio. Ninguno de los estudiantes que asistió, alcanzó a imaginar, que la marcha de ese día iba a ser la semilla de la nueva Constitución Colombiana de 1991. 

Poco después de la marcha y con los ánimos aún intactos se dio nacimiento a un nuevo movimiento estudiantil que tenía un fin común: la realización de una Asamblea Nacional Constituyente. Empezaron a reunirse semanalmente estudiantes universitarios de la capital en cualquier sitio que encontrarán. Bodegas, oficinas vacías, y los patios de varias casas, se convirtieron en las sedes oficiales del movimiento. Las cosas fueron creciendo. El movimiento empezó a tener vida propia y a sumar apoyo alrededor de todo el país. Poco a poco fueron creados comités y mesas de trabajo en todas las regiones. 

 

Era claro que al recibir el apoyo del pueblo y al demostrarle al país que esto no era una simple manifestación sin sentido, los congresistas de la época, como buitres cazando a su presa, iban a tratar de acercarse al movimiento. Pero, desde un comienzo se llegó a un consenso, que ninguna bandera política iba a ser alzada por el movimiento. Creería que, si esta no hubiera sido la consigna inicial de este movimiento, hoy en día no estaríamos hablando de la Constitución de 1991.

 

Los días fueron pasando y las cosas fueron tomando forma. Se introdujo la idea de añadir una séptima papeleta en las elecciones conocidas como “mitaca”, para definir si se convocaba una Asamblea para reformar la Constitución y esta fue aceptada unánimemente.   El voto en las elecciones de marzo de 1990 requería que los ciudadanos, además de esta papeleta, llevaran a las urnas sus votos para cada elección: de alcalde, de concejales, de gobernador, de diputados, de senadores y de representantes a la Cámara. 

Llegó el día de las elecciones, 11 de marzo de 1990. El nivel de organización fue tan impecable, que los miembros del movimiento se capacitaron como testigos electorales, para poder estar presentes durante todo el transcurso del proceso de votación. Decidieron dividirse por universidades para poder así acaparar cada uno de los lugares de votación. Se vistieron con camisetas blancas e imprimieron millones de papeletas en donde se leía: “Para fortalecer la democracia participativa, vota por la convocatoria de una asamblea constitucional con la representación de las fuerzas sociales, políticas y regionales de la nación, integrada democrática y popularmente para reformar la Constitución Política de Colombia” y con dos grandes cuadros para señalar SI o NO. 

Fue tal la afluencia de votos a favor de la Séptima papeleta que, hasta el día de hoy, no se saben a ciencia exacta cuantos votos fueron. Finalmente, este hito marcaría el nacimiento de la Constitución de 1991.

Hoy en día reflexionamos sobre los hechos que dieron vida a la Séptima Papeleta y vemos claramente que las piezas del rompecabezas encajaron, pero lo que no nos alcanzamos a imaginar, es que 31 años después seguiríamos inmersos en la misma guerra, con diferentes bandos, pero con las mismas víctimas. 

 

Gracias al Dr. Gustavo Salazar Arbeláez, participante del movimiento de la Séptima Papeleta, por su apoyo en la realización de este artículo. 

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