PERFIL
Anécdotas sobre la vida del emblemático profesor de nuestra Facultad
Barrera: el profesor exigente y el abogado riguroso
FORO JAVERIANO entrevistó a uno de los profesores más reconocidos y temidos de la Facultad. El doctor Carlos Darío Barrera Tapias nos contó anécdotas de la Universidad, de su vida personal, profesional y sus proyectos actuales.
Por: Ana María Herrera y Rodrigo Salas
Era la primera clase de la carrera, todos los alumnos a la expectativa del semestre, y aproximadamente a las 7:15 de la mañana entra al salón un señor de edad, con bigote pronunciado y un tono de voz serio que dice: “Ustedes ya deben saber quién soy yo. Mi nombre es Carlos Darío Barrera y voy a ser su profesor de Derecho Romano I. Mi asistente les va a enviar el programa, nos vemos la siguiente clase”, y sin más preámbulo se retiró del salón.
Esa escena puede resumir el perfil de Barrera. Un profesor exigente y un abogado riguroso.
Como muchos, creció en una familia de abogados - su papá y su abuelo lo eran – pero, al graduarse del bachillerato en el Gimnasio Moderno en Bogotá, no lo querían dejar estudiar Derecho sino Ingeniería porque le decían que “el derecho estaba destinado a fracasar en el mundo.” Sin importar esos comentarios, decidió que quería ser jurista y dice que fue la mejor decisión que pudo haber tomado pues se siente el hombre más afortunado del mundo por haber escogido esta carrera.
En sus primeros años estudiando Derecho en la Javeriana se rajó en los parciales de tres materias: Introducción al Derecho, Filosofía y Economía, lo cual le generó mucho miedo de pensar que no iba a servir para lo que a él más le gustaba. Su solución, entonces, fue aprender a estudiar mediante una lectura detenida y detallada que le permitiera aprender las cosas y no memorizarlas. Dice que esto fue lo que más lo marcó en su carrera pues logró graduarse con un muy buen promedio. Al pasar su último preparatorio, para el cual estudió con ese método, estaba tan feliz que decidió irse caminando desde la Universidad hasta su casa - en la calle 100 - tomándose una cerveza para celebrar.
Cuenta que las cosas antes en la Universidad funcionaban de manera distinta y permitían que la Facultad fuera más unida. En ese entonces los salones quedaban en el segundo piso del Edificio Central, allá se dictaban todas las clases de la carrera y también quedaban las oficinas administrativas de la Facultad. Los pasillos de ese piso eran un hall social en cada cambio de clase en donde todos se volvían amigos entre ellos, pues compartían cada momento libre.
Como discípulo del Padre Gabriel Giraldo, nos habló de esta importante figura y su ayuda incondicional a los estudiantes. En su caso, fue el Padre quien lo vinculó a la Facultad a dictar clases pues vio en él su potencial para ser profesor. Lo hizo empezar dando clases de Principios de Derecho en la Facultad de Contaduría y en la de Economía. Al año le ofreció la cátedra de Derecho Romano en la Facultad de Derecho y posteriormente remplazó a Jorge Cubides en Obligaciones.
Igualmente recuerda que hasta hace unos años las tradicionales serenatas de los estudiantes de último semestre a los profesores de la Facultad se hacían en la casa de los docentes, y algunos - como él - les tenían fiesta a los alumnos con trago y pasabocas.
A propósito recordó una anécdota de una de las serenatas que se dieron en su casa: “A la salida, cuando se fueron me dijeron ‘Doctor, nosotros tenemos alquilado un bus. Acompáñenos que vamos a dar otras serenatas.’ Les dije ‘¡Camine!’ y mi señora y yo nos subimos en el bus y nos fuimos a las serenatas. Cuando volvimos a la casa y abrimos la puerta había ruidos y gruñidos… Un estudiante se había quedado dormido debajo de la mesa del comedor. Como a las 5am oímos ruidos y salí de la habitación y el personaje venía tanteando las escaleras sin saber dónde estaba y apenas me vio dijo con acento costeño: ‘Eche, lo que pasa es que yo me morí y estoy en el infierno.’”
Carlos Darío Barrera dice que toda la vida supo que quería ejercer la profesión. En un principio le llamaba mucho la atención el derecho penal, pues su padre era penalista. Sin embargo, esa emoción le duró hasta que le tocó ir a la Cárcel Modelo por un trámite de Consultorio Jurídico y se dio cuenta que no era lo suyo. Luego, cuando empezó a dictar la clase de Derecho Romano y posteriormente de Obligaciones se inclinó por el Derecho Privado.
En cuanto a su ejercicio profesional, al graduarse de la Facultad, en el año 1971, empezó siendo empleado porque quería primero coger cancha para después ejercer la profesión de manera independiente. En un principio trabajó en la Asociación Nacional de Industriales y después en la Caja Agraria. Fue empleado durante cinco años y finalmente se independizó. Se asoció primero con unos compañeros de la Caja Agraria y luego sí empezó su sociedad con Juan Carlos Esguerra que duró por mucho tiempo, hasta este año.
Dice que es mucho más remunerativo ejercer la profesión de manera independiente que trabajando como empleado. No obstante, la diferencia radica en que en el primero los ingresos son irregulares mientras que en el segundo se tiene un salario fijo que da mayor seguridad, pero aun así considera que es mejor ejercer de manera independiente pues llena más.
Actualmente se encuentra inmerso en un nuevo proyecto. Después de haberse retirado de la sociedad que tenía con Juan Carlos Esguerra, su amigo y compañero de clases de pregrado, decidió asociarse con el actual Decano de la Facultad, Julio Andrés Sampedro. Si bien Sampedro se dedica a asuntos de derecho penal y Barrera practica asuntos de derecho civil, considera que tras esta unión van a poder complementarse seriamente desde sus especialidades. Sobre todo mediante el desarrollo de algunos proyectos relacionados con restitución de tierras que requieren un componente de derecho penal y a su vez de derecho privado.
Respecto de su relación personal con Juan Carlos Esguerra, nos mencionó que la separación de la firma se dio por que durante muchos años existió entre ellos una visión diferente y opuesta sobre el significado de una firma de abogados. De tal manera que, sin que el punto de vista de alguno de ellos sea errado, decidieron separarse porque su visión frente a ese aspecto cambió. Por lo tanto decidieron separar su vida profesional pero no personal. Barrera reconoce que si alguien le preguntara en este momento quién es su mejor amigo, sin lugar a dudas respondería que es Juan Carlos Esguerra.
Es exigente como profesor porque cree que además de transmitir el conocimiento, los estudiantes deben aprender a pensar como abogados. La manera de pensar de un jurista es distinta de la forma de pensar de otros profesionales. También se considera un docente riguroso, pues cree que un abogado javeriano debe tener una formación sólida en principios básicos de derecho. Debe saber cosas esenciales tales como qué es un contrato, y entender en qué consiste la teoría del título y el modo. En palabras de él “aquel que no sabe que es el título y el modo, ni modo que le entreguen el título”
Ya no hace preparatorios desde aproximadamente cinco años. En sus palabras porque cree “que ninguno quiere correr el riesgo de hacer preparatorios conmigo.” A lo mejor es cierto, pues el temor por la calificación del doctor Barrera es algo generalizado para todos los que ven sus clases. Aunque él explica su exigencia al calificar contándonos una anécdota sobre una estudiante que repitió cuatro veces el preparatorio de Privado II. Cuando ella finalmente pasó el examen él le preguntó si había valido la pena a lo cual respondió que sí, que inclusive su jefe siempre que tenía algún problema de obligaciones le preguntaba a ella. Él habla de la excelencia que quiere implantar en los estudiantes javerianos para que sobresalgan en el ejercicio de la carrera.
Según su criterio, el abogado javeriano se distingue de los demás abogados principalmente por dos cosas: por un alto sentido ético y por su lealtad. Abogado javeriano que se respete se caracteriza por ser leal con su cliente, con su colega, con su jefe, y principalmente con su Universidad. Recuerda que durante muchos años los profesores javerianos de la Facultad, que no eran de planta, al recibir su cheque al final de mes lo endosaban y se lo entregaban al Padre Giraldo que lo destinaba a becas en toda la Universidad. Ese tipo de detalles representan la lealtad con la Javeriana.
También le pedimos algunas recomendaciones para los futuros abogados y nos dijo varias cosas que él ha aprendido en sus años de ejercicio profesional. Primero, que no se debe buscar el éxito económico y el reconocimiento a costa de la carrera pues es posible que ciertas cosas salgan mal por dejar de lado la ética y la moral que se nos ha enseñado. Dice que está bien buscar esos objetivos de la mano de la carrera, pero no a costa de ésta pues por eso es que se ven los casos de corrupción y malos manejos de la profesión. También considera que la relación con los clientes es lo más importante, no sólo porque son ellos los que pagan, sino porque se convierten en amigos. Nos cuenta de un cliente, que tiene hace menos de un mes, con el que ya ha salido a comer con su familia. Finalmente son personas que confiarán sus problemas en el abogado y los lazos que se crean con esta relación son muy fuertes y personales. Eso, además de ayudar a una mejor comprensión de los deseos y las peticiones del cliente, hace más entretenida y viva la profesión. “Uno es un amigo que sabe de Derecho”.
Es un hombre de familia, casado por segunda vez, padre de cuatro hijos e inclusive abuelo. No tiene problema en reconocerse como consentidor y celoso con sus hijas. Les compra arreglos de flores a las dos - la primera exitosa abogada, casada y con hijos; la segunda menor de 5 años- y se los envía esporádicamente; le encanta recoger a la menor en el colegio e ir a comer a buenos restaurantes y conversar.
Cuenta también que sus hobbies son jugar ajedrez y coleccionar estampillas. Su sueño es tener una serie de estampillas de principios del siglo XX de la SCADTA – Sociedad Colombiana de Transporte Aéreo - pero que nadie las quiere vender e igual sería imposible comprarlas por su alto valor. Sin embargo reconoce que le dedica la mayoría de su tiempo libre a leer, pues en la lectura reside el crecimiento intelectual de los hombres.